Crea en mí, oh Dios, un
corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. Salmos 51:10
El Espíritu Santo nunca
toma vacaciones. El Espíritu Santo nos conoce, sabe de nuestros ladeos y
torceduras y hasta acomoda el escenario para que nuestras caídas no sean de
plano y podamos levantarnos rápidamente y continuar animando nuestra vida
cristiana y animando a otros a que sigan a Cristo. Para que esto suceda y tenga
un verdadero significado en tu vida, será necesario que el Espíritu te revele
una verdad que el enemigo ha tratado de ocultarnos durante siglos y por tanto
sigue siendo una asignatura pendiente de aprobar en el currículo del cristiano
moderno: el Espíritu de Dios te ha dado una nueva identidad, una increíble
identidad que te libera de todo tipo de ataduras y te permite disfrutar a
plenitud los deleites del Señor. El deleite de su Gracia es una inmensa
bendición.
Esta verdad tiene que ver con la muerte definitiva y sin posibilidad de resurrección de tu viejo hombre, de tu antigua naturaleza, de lo que eras y ya no eres porque el día que conociste a Cristo, el día que Dios te escogió para ser adoptado como su hijo, para ser aprobado en todo, justificado por su gracia y aceptado Él te regaló una nueva identidad, tomó todos tus pecados y los clavó en la cruz de Cristo. Con tus pecados fuiste crucificado con Cristo para que tu vieja naturaleza sucumbiera y pudieras resucitar con Él convertido en una nueva criatura. No es posible resucitar sin antes haber muerto.
Esta verdad tiene que ver con la muerte definitiva y sin posibilidad de resurrección de tu viejo hombre, de tu antigua naturaleza, de lo que eras y ya no eres porque el día que conociste a Cristo, el día que Dios te escogió para ser adoptado como su hijo, para ser aprobado en todo, justificado por su gracia y aceptado Él te regaló una nueva identidad, tomó todos tus pecados y los clavó en la cruz de Cristo. Con tus pecados fuiste crucificado con Cristo para que tu vieja naturaleza sucumbiera y pudieras resucitar con Él convertido en una nueva criatura. No es posible resucitar sin antes haber muerto.
En su sutil astucia el
diablo no cesa en tratar de hacernos creer que nuestra antigua naturaleza antes
de Cristo, la del viejo ser humano que estaba muerto en delitos y pecados,
¡todavía vive! y que aún es capaz de gobernar nuestros actos y esclavizar la
mente. Nuestro enemigo común sabe que mientras seamos ignorantes a la verdad de
nuestra nueva identidad, es decir, el ser Hijos de Dios, nos podrá zarandear a
su antojo. Cuando entiendes el significado de tu nueva identidad te liberas y
ensancha tus territorios espirituales que te permiten permanecer en Cristo.
Hay algunas verdades que
debemos entender de esta revelación.
Si no eres consciente de
que tu antigua naturaleza murió en la cruz de Cristo para que naciera la nueva
criatura que eres, entonces no tienes conciencia de tu nueva identidad en
Cristo.
Si no comprendes lo que
significa ser hijo de Dios (tu nueva identidad en Cristo), te perderás el
disfrutar a plenitud el regalo de la gracia divina.
Si no comprendes el
mensaje de la gracia divina de Dios te sentirás siempre como un pecador
esforzado en hacer obras de servicio para Dios con el fin de agradarle y
conseguir así sus favores. A Dios le importa más lo que eres ahora, que lo que
puedes hacer por Él.
Si cualquiera de los
primeros tres planteamientos son una realidad en tu vida, no eres consecuente
con el mensaje de la cruz y con el sacrificio que hizo el Señor sobre ella para
darnos vida en abundancia.
Cristo vino para darnos
vida, no para reformar y componer la nuestra, sino para darnos ¡la suya! En
Cristo cohabitamos con Él por su propia vida. Él es nuestra vida, Él es nuestra
mente. Somos cristianos porque Él vive dentro del cristiano. Es imposible para
el cristiano ejercitar un estilo de vida donde el pecado sea habitual, pues
siempre se sentirá un miserable, endeudado y perverso, lo cual es contrario a
nuestra nueva identidad.
Estar en Cristo es
entender que somos partícipes de su naturaleza divina (2 Pedro 1:4), que somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús (Efesios 2:10); Somos nueva criatura,
hijos del Altísimo y nuestro estilo de vida no está fundamentado en lo que
hacemos por Él, sino en lo que ya Él ha hecho en favor nuestro por el
sacrificio de su Hijo Jesucristo.
Bendiciones en Cristo.
Poderoso estudio tiene mucha relevancia
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